Por donde se mire el cierre definitivo de las cinco fronteras del país tienen una constante, la concesión territorial; así ocurrió y así se aprecia cuando se revisan los términos de los tratados de paz y límites firmados con Brasil, Bolivia, Colombia y Ecuador. Con Chile la clase dirigente de turno quiere hacerle creer al peruano de la calle que el país ha ganado, y en el extremo del entusiasmo han llegado a decir que hay un nuevo mapa geopolítico en el continente.
Lo que ha ocurrido ahora con Chile no es geopolítica, es simplemente un triunfo jurídico que con la intervención de un tercero como es la Corte Internacional de Justicia de la Haya, se ha resuelto un problema pendiente de una sucesiva pérdida territorial que comenzó en el siglo XIX con la cesión del departamento peruano de Tarapacá lugar de nacimiento de Ramón Castilla y en el siglo XX la cesión de Arica. Chile es un país donde predomina como política de Estado la visión portaleana del expansionismo, la misma que está reforzada por la concepción militarista de Clausewitz, donde la fuerza desplaza a la razón. Precisamente el lema del escudo chileno resume ambas ideas al sentenciar “Por la razón o por la fuerza”. Chile no es necesariamente un vecino amigable. Desde que establecieron la forzada vecindad en el siglo XIX, gestos y actitudes no han hecho otra cosa que demostrar que es la fuerza el instrumento favorito para evitar la serie de soluciones incumplidas dirigidas a cerrar la frontera terrestre y ahora marítima con el Perú. Hay que recordar que el presidente Augusto Pinochet sacó un dispositivo de declarar traidor a la patria a todo aquel que osara hacer entrega o devoluciones territoriales. Fue él además quien inició la adquisición de armas modernas ofensivas y que los sucesivos gobiernos civiles y de izquierda de la concertación continuaron con la implementación militar; adicionalmente, los dispositivos de esas armas ofensivas están ubicados en el norte de Chile y los ejercicios militares que suelen hacer, los realizan simulando ataques a ciudades peruanas del sur. Este es el país que tiene como constante de su comportamiento con la vecindad preparativos militares ofensivos. Como lo dice el analista chileno Raúl Shor en el artículo Seguridad, Modernización del Estado y Gasto de Defensa: “En menos de cinco años se compraron dos submarinos Scorpone, 200 tanques Leopardo y los mentados F-16. Amén del proyecto de adquisición de las cuatro fragatas. Este no es arsenal para participar en fuerzas internacionales de paz. Más bien es el armamento para una guerra convencional breve con un país vecino” (2003).
Ahora bien, el saliente presidente de Chile empresario Peñeira está obsesionado por reclamar algo que ya está resuelto por el Tratado de 1929 como es el caso de una antojadiza interpretación sobre la línea de la Concordia. Según el Tratado en mención, la línea de la Concordia se inicia en el encuentro del continente con las aguas del mar; el hito 1 colocado metros adentro del territorio fue un acuerdo de las partes en razón a que la fuerza de las olas impedía la permanencia del hito en dicho lugar. Este acuerdo facilitador, Chile lo quiere convertir en un nuevo punto pendiente de solución y exige que el triángulo que se conforma a raíz de la sentencia de la Corte Internacional pase a ser de su propiedad soberana.
De suyo este puede ser el inicio en el tiempo de una crisis político-militar que vienen incubando para quedarse con el triángulo que dicho sea de paso a ninguna autoridad peruana civil ni militar se le ocurrió años atrás hacer la ocupación física de ese triángulo como debió corresponder. Esa crisis que se avecina puede ser desarrollada en el gobierno de la señora Bachelet.
Para saber el tipo de vecino que tenemos, quizá en este punto del presente artículo valga la pena hacer conocer a los peruanos y sus autoridades desinformadas lo que reproduce Raúl Porras Barrenechea y Alberto Wagner de Reyna en el libro Historia de los Límites del Perú (1930) cuando el gobierno chileno acreditó en Bolivia al diplomático Abraham Konig encargado de decirles que no se le devolverá el litoral que da acceso al mar, el diplomático lo hizo en los siguientes términos: “Chile ha ocupado el litoral y se ha apoderado de el con el mismo título con que la Alemania anexó al imperio Alsacia y Lorena, con el mismo título con que los Estados Unidos han tomado Puerto Rico. Nuestros derechos nacen de la victoria ley suprema de las naciones. Que el litoral es rico y que vale muchos millones, eso ya lo sabíamos. Lo guardamos porque vale, que si nada valiera, no había interés en su conservación” (Nota de Konig a la cancillería de Bolivia, 13 de agosto de 1900). Esto sí es geopolítica, cuando un país se proyecta en el tiempo, sabe lo que necesita y toma de otros espacios físicos para garantizar su propia existencia. Si no fuera así cómo es que ahora han inventado otro argumento geopolítico del llamado “mar presencial” por el cual la marina de guerra de ese país hace vigilancia de espacios marítimos por encima de las 200 millas.
Lo que se ha producido por sentencia de la Corte Internacional de la Haya es la recuperación de una fracción de mar. Hay una gran diferencia entre ganar y recuperar. Simplemente el país ha recuperado una fracción pequeña de mar.
Otro componente que no se le dice al peruano de la calle es que la línea del paralelo que fija la Corte Internacional de Justicia, no es ninguna novedad. Para los desinformados los remito a las páginas 233 a 235 del libro de almirante Guillermo Faura Gaig El Mar Peruano y sus Límites donde reproduce el Decreto Supremo N° 781 del 1 de agosto de 1947 en el que textualmente el presidente José Luis Bustamante y su ministro Enrique García Sayán expresan: “3. Como consecuencia de las declaraciones anteriores, el Estado se reserva el derecho de establecer la demarcación de las zonas de control y protección de las riquezas nacionales en los mares continentales e insulares que quedan bajo el control del Gobierno del Perú… y desde luego declara que ejercerá dicho control y protección sobre el mar adyacente a las costas del territorio peruano en una zona comprendida entre esas costas y una línea imaginaria paralela a ellas y trazada sobre el mar a una distancia de doscientas millas marinas, medida siguiendo la línea de los paralelos geográficos”. Como se aprecia, el gobierno peruano en 1947 es el que adoptó la línea de los paralelos, no vengan a decirnos que de dónde la Corte Internacional sacó esta concepción, o es que también no quieren reconocer que por generaciones los peruanos aprendemos en los textos escolares que el “Perú por el oeste limita con el Océano Pacífico”. Eso quiere decir, que el mar no nos pertenece, cuando menos que el ministro de Educación haga lo posible por revisar y corregir lo que nadie quiere hacerlo. En geopolítica el mar no es un límite sino un espacio de proyección. Así están las cosas y este es el estado de la cuestión.
En el Congreso se decía hasta el 2004 que el mar es el límite.
Proyección geopolítica de Chile sobre el mar por encima de las 200 millas.
El gobierno regional de Ancash dice que el mar es el límite regional.
Escudo de Chile: Por la razón o por la fuerza