DEMOCRACIA E INSTITUCIONALIDAD SIN FUTURO

Raúl Chanamé Orbe, acaba de entregar al país un trabajo monumental en el que señala que la democracia peruana sigue siendo una utopía. Y lo seguirá siendo, porque en doscientos años de vida republicana, nunca se avizoró la posibilidad ideal de un gobierno organizado a la perfección y con capacidad de construir una sociedad justa, igualitaria, sin conflictos y en armonía en la relación gobernantes y gobernados.

  • Golpes de caudillos

Sucesivos golpes de Estado en los primeros cincuenta años donde se enfrentaban generales contra generales quienes pugnaban por el poder, dificultaron esa posibilidad de contar con una democracia representativa y sólida, las Constituciones eran referentes normativos porque en las calles otro era el devenir, incluso para satisfacer a Bolívar se aprobó una Constitución vitalicia. En 1836 esas pugnas propiciaron la división geográfica del Perú en el Alto Perú y Bajo Perú, lo que facilitó la intromisión del mariscal boliviano Andrés de Santa Cruz, que embaucó al país ya dividido en la Confederación Perú-Boliviana liderada por él y declarándose su supremo protector. Corolario de ese proyecto que cambiaba la faz geopolítica del Perú, fue la primera declaración de guerra de Chile y Argentina que veían peligrosa esa asociación de tres Estados, cabe recordar que entre 1836 y 1939 tropas chilenas ingresaron por primera vez a desaparecer la referida Confederación y a restaurar el territorio peruano a la situación anterior a 1836. Es decir, tropas chilenas entraron a unificar al Perú.

  • Golpes institucionales

Volverían los golpes de Estado y hasta fines del siglo XIX y comienzos del XX sería una suerte de continuidad, eran caudillos militares que luchaban por el poder, el último fue Manuel Odría (1948); después en las cuatro últimas décadas del siglo XX (1968) aparecerían los golpes de Estados institucionales; vale decir, ya los golpes no lo daban caudillos civiles o militares, sino que ahora el general Juan Velasco Alvarado, inauguraba un golpe de Estado con la participación simultánea y concurrente del Ejército, la Marina de Guerra y la Fuerza Aérea que actuaban al consuno, actuaron como partido político, exhibiendo un Proyecto Nacional, ante la “inoperatividad de los partidos políticos” en la búsqueda de soluciones para el desarrollo del país. Incluso después de doce años la corporación militar, antes de partir encargó a los partidos que una condición para retornar a la democracia era redactar una nueva Constitución que se aprobó en 1979, y entró en vigencia en 1980. En 1992 otro golpe de Estado conducido por un civil (A. Fujimori) y respaldado por el aparato militar volvió a cambiar la Constitución, ahora nos rige la de 1993.

  • Continuidad de la utopía

Como se aprecia en este rápido resumen de la vida política del país, la democracia como lo demuestra Raúl Chanamé, es una utopía y los hechos nos permiten seguir reafirmando que así seguirá siendo porque a la fecha no se han logrado construir organizaciones políticas sólidas, instituciones sólidas que conforman los tres poderes del Estado; la clase media es frágil, el 75% de la economía nacional es informal y la mayoría de empresas en el país son Pymes y Mypes, empresas pequeñas de dos, tres o un máximo de 50 personas que nunca serán una solución a los problemas del país, ya que son organizaciones que viven el día, día. Con estas instituciones el país no tiene futuro.

Pero ahora que los golpes de Estado de caudillos o institucionales ya no tienen futuro, ni la comunidad internacional los acepta, podemos observar que existe otra posibilidad de frustrar más la democracia y la institucionalidad. Es aquella que la puso en práctica Hugo Chávez y Fidel Castro desde Cuba la alentó y la propició. Estamos hablando de los grupos de izquierda Latinoamericanos que han visto en la democracia el mecanismo para hacerse del poder; una vez en el poder y el respaldo de los votos en las ánforas, realizan las llamadas transformaciones que el país necesita, para lo cual: cambian la Constitución, se permite la reelección permanente, comienzan las estatizaciones, el sector privado es arrinconado, se despoja de sus bienes a los “burgueses” y se distribuye bienes y recursos entre los pobres, mejor dicho entre sus amigos y los que respaldan esas ideas y el país ingresa al caos; el Estado empieza a ser el promotor y conductor de todo.

En Latinoamérica cambiaron la Constitución, Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, Alvaro Uribe en Colombia; fue reelegido Lula da Silva en Brasil que acabó envuelto en casos de corrupción; en Argentina los Kirchner, Ernesto y Cristina que se sucedieron en el gobierno. Ya estos grupos de izquierda no quieren tomar las armas, quieren la comodidad del voto para una vez en el poder comenzar a hacer de las suyas.

  • Un futuro aún más incierto

Para los peruanos y la proximidad de las elecciones (2021) se nos presenta un serio problema de elegir al gobernante decente y congresistas transparentes, que no los hay. Todos los que están en la palestra, para comenzar, están divorciados con la ética y la moral. La ética y la moral son la base de la convivencia social, son la base para que las transacciones económicas, las sentencias de los jueces y fundamentos de los fiscales sean lo más cercano de la justicia. Por eso es que se representa a la justicia con los ojos vendados, pero en nuestro sufrido país, la justicia no es ciega tiene un ojo abierto para ver la cantidad de dinero que le están poniendo en la balanza; en función a ello sentencian.

¿Qué podemos esperar de delincuentes de cuello y corbata que usan sus universidades para dar trabajo en la docencia a jueces y fiscales que después son sus defensores?

¿Qué se puede esperar de sujetos que han hecho de la Contraloría y otras dependencias del Estado su feudo en el manejo presupuestal?

¿Qué podemos esperar de los gobernadores regionales si más de una veintena de ellos se encuentran procesados y encarcelados por corrupción?

¿Qué se puede esperar de quienes tienen sentencias y juicios pendientes por haber dado muerte, violado, no reconocer a sus hijos o negarse a pasarles una pensión alimenticia?

Realmente, si la población ajena a los partidos políticos actuales, si la juventud entre los veinte y treinta años no forma organizaciones límpidas y con gente sin pasado, recién podremos ver la posibilidad de un futuro y no ser la utopía que muy ha descrito e investigado nuestro amigo Raúl Chanamé. Quiera Dios que no tengamos que esperar otros doscientos años.

 

 

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