Para comenzar, resultaría una barbaridad hablar de la geopolítica del “covid-19”, nombre que ha sido asignado por la Organización Mundial de la Salud, a un ser microscópico, que está paralizando a casi la totalidad de la población y gobiernos del planeta. Los efectos del virus en cuestión, vienen comprometiendo la economía y la industria global y nacional, el trabajo y la salud de las personas.
La geopolítica, desde sus inicios como disciplina y como quehacer, ha sido una práctica de los Estados, los militares y los órganos de seguridad; en la actualidad, es también desarrollada por empresas transnacionales, partidos políticos, grupos dedicados al narcotráfico, el crimen organizado, entre otros grupos interesados en hacer gala de poder político o económico o de ambos a la vez; la geopolítica en manos de sus ejecutores, son proyecciones internas o externas dirigidas a desarrollar una posición de poder político o económico a mediano o largo plazo.
El coronavirus o covid-19, no es nada de esto. Sin embargo, está poniendo a flote la hipocresía y la falta de solidaridad de los poderosos de todo tipo, de los que administran y dirigen los Estados, las finanzas internacionales y las empresas, principalmente; y a su vez, también ha revelado la magnanimidad y grandeza de espíritu de los médicos y enfermeras, militares y policías, que, constituyen la primera línea de defensa de las personas, arriesgando sus propias vidas, para proteger al ciudadano por considerar que el ser humano, es el bien más valioso sobre la tierra, que vale la pena salvarlo.
Aprovechamiento geopolítico de los efectos del virus
La aparición del virus y la rapidez de su propagación por el mundo, está generando el desarrollo de posiciones geopolíticas de potencias que pugnan, en un caso, por mantener su hegemonía y el otro por desplazarlo hegemonía y el otro por desplazarlo. Estamos hablando de Estados Unidos y China. Nadie discute que Estados Unidos es una potencia eco- nómica y el gendarme de la seguridad en el mundo con más de setenta bases militares que están distribuidos en los cinco océanos del planeta, tampoco nadie discute que China con las dirigencias que se vienen sucediendo desde la muerte de Mao Tse Tung, han logrado en menos de cincuenta años convertirse en una fuerza militar, económica y tecnológica no antes conocida y, se encuentra avocada a liderar el mundo en las dos próximas décadas. Hay pues aquí dos voluntades geopolíticas en pugna, que los hechos en el terreno práctico así lo demuestran.
Nuevo Orden Mundial
La pugna entre Estados Unidos y China, podría decirse que no radica en cuestiones ideológicas que dominaron el siglo XX: capitalismo vs. socialismo, sino más bien entre democracia liberal y autoritarismo capitalista centrado en el Estado.
¿Pero, qué es lo que ha permitido que China en menos de cincuenta años se ponga al mismo nivel de los Estados Unidos e intente superarlos pre- tendiendo desplazarlos en la conducción del Orden Mundial? La respuesta se encuentra en los siguientes hechos de la historia reciente de China. La muerte de Mao Tse Tung (1976) significó también, la muerte de sus prioridades políticas e ideológicas expresadas en la transición acelerada al comunismo, la extensión de la lucha de clases al interior de China, lograr unir a la sociedad y eliminar a sus oponentes; todo eso se simplificó y ejecutó, a través de la Revolución Cultural, que desde 1966 y durante una década con el protagonismo de la juventud, sirvió para la eliminación de los rezagos de la burguesía china; fueron diez años de una guerra civil sangrienta que sirvieron de inspiración a Pol Pot en Camboya y a Sendero Luminoso en el Perú. En esa década de violencia, se considera murieron cerca de dos millones de chinos opositores a Mao.
En 1978, la llegada del dirigente Deng Xiaoping a la Secretaría General del Partido Comunista, facilitó y dio inicio al gran cambio político, ya que, para este nuevo dirigente, las prioridades se daban en la economía y la modernización del país y una frase suya que resume el cambio que se empezaría a producir, expresaba: “Ser comunista no significa ser pobre” o aquella otra “No importa que un gato sea negro o gris, lo importante es que cace ratones”.
Las llamadas “cuatro modernizaciones” que, en menos de cincuenta años, han sorprendido al mundo, son las siguientes:
- Modernización de la agricultura, apoyando la actividad agrícola privada y la extensión de tierras de cultivo para elevar la productividad de dicho
- Modernización de la industria, que facilitó la presencia de la inversión extranjera, el otorgamiento de incentivos a los trabajadores quienes eran libres de escoger su trabajo, por otro lado, el Estado dejó de fijar los precios y los salarios, y las empresas podían contratar y despedir a los trabajadores. Se permitió la creación de empresas
- Modernización en la Defensa Nacional, que dio lugar a la reducción de las milicias, se introdujeron los grados militares y se modernizó el ejército. En la actualidad el presupuesto militar es el segundo después de Estados Unidos.
- La modernización de la ciencia y tecnología, que, para que ello sea posible, se permitió que los jóvenes viajaran becados a las mejores universidades del mundo para que a su retorno fueran los encarga- dos de conducir el cambio científico y tecnológico. También consiguieron que un fondo especial de Naciones Unidas financiara las becas en el extranjero.
Estas cuatro modernizaciones estuvieron concebidas para que China se convierta en una potencia de alcance mundial en el siglo XXI. La ubicación de China en el lugar expectante del desarrollo donde se encuentra hoy, es también, producto de la globalización y su correlato la globalización que ha permitido desde el fin de la Guerra Fría, que las empresas capitalistas se trasladen a aquellos lugares del mundo donde la mano de obra es barata, los beneficios sociales limitados y los insumos que producen de la cadena productiva, maquinarias y computadoras, principal- mente, sean competitivos en la industria global en general. China, como la India, han aprovechado y muy bien de estas ventajas del capitalismo, lo que les ha permitido un progreso significativo de la economía, la industria, la defensa nacional y la ciencia y la tecnología. Cabe señalar que la 5G es una muestra del desarrollo científico tecnológico chino, que actualmente ni los europeos ni los norteamericanos, lo han logrado, lo que explica entre otros aspectos la guerra comercial entre Estados Unidos y China que se viene librando.
Geopolítica en tiempos de coronavirus
El escenario donde China por más de una década mostró un crecimiento sostenido de su economía e industria, el desarrollo de la industria militar, contar con siete de los diez puertos más grandes del mundo, efectuar la compra de puertos en Europa, realizar cuantiosas inversiones en África construyendo puertos e instalando ferrocarriles, e iniciar la construcción del “collar de perlas” como parte de la nueva ruta de la seda por el mar Índico; así mismo, realizando, los dirigentes chinos cinco veces visitas a la CEPAL y como consecuencia de ello crear un plan de desarrollo para Latinoamérica para una década, promover el desarrollo de inversiones en infraestructura, construcción de puertos y compra de minerales estratégicos e interesados en el desarrollo del uso de tierras raras para la producción de la nanotecnología, dicen a todas luces que China tiene un proyecto geopolítico a largo plazo que sus líderes actuales están decididos a alcanzar.
Todo esto choca con el proyecto geopolítico norteamericano de seguir liderando el mundo y seguir siendo el gendarme global en materia de seguridad. Las fricciones se han puesto de manifiesto en los últimos años y una guerra comercial con sanciones impuestas a China como a Rusia, quienes se han convertido en aliados estratégicos, no los ha arredrado sino más bien ha permitido que desarrollen sus propias industrias nacionales con los cuales, China principalmente ha invadido comercialmente el mundo y no solo ello, sino que realizan préstamos directos y financian grandes obras de infraestructura en países del África y Latinoamérica, conocido como el patio trasero de los Estados Unidos.
A raíz de la aparición del coronavirus, en diciembre de 2019, en China, se viene desarrollando toda una argumentación imaginaria, donde para unos se trata de un complot de los norteamericanos, sostenida por Noan Chomsky, que según él, está dirigida a frenar el desarrollo chino, para lo cual se escogió la ciudad de Wuhan, que cuenta con tres zonas de desarrollo nacional, cuatro parques de desarrollo científico y tecnológico, más de 350 institutos de investigación, 1,656 empresas de alta tecnología, numerosas incubadoras de empresas e inversiones de 230 empresas, alberga múltiples institutos notables de educación superior, incluida la Universidad de Wuhan, que ocupó el tercer lugar a nivel nacional en 2017 y la Universidad de Ciencia y Tecnología de Huazhong. Para otros, se trata de un virus creado en uno de los laboratorios de esta ciudad, la misma que fue objeto de una fuga que dio inicio a la pandemia que ahora tiene al mundo paralizado y que los chinos cuentan ya con la vacuna que puede contener el mal.
Cualquiera de las dos argumentaciones a las que las personas o los gobiernos se quieran adherir, no quita el hecho que está poniendo de manifiesto que las potencias mundiales capitalistas, específicamente Estados Unidos, no están dando la talla para liderar las respuestas que requiere la atención de una pandemia que no distingue entre capitalismo y autoritarismo capitalista concentrado en el Estado, que aprovecha todos los recursos y de un sistema económico e institucional, que antes cuestionaban y rechazaban.
Las respuestas de las potencias ante el coronavirus
Cuando en otras circunstancias de catástrofes naturales que ocasionaban fuertes estragos en los países, principalmente del Tercer Mundo, la reacción de los países desarrollados inmediatamente se traducía en la llega- da de aviones Hércules portando abrigo, ropas, medicinas y cuadros de profesionales de la medicina para contribuir con la recuperación física de las zonas afectadas.
Hoy las circunstancias son otras, no es un terremoto ni un huracán, tampoco es un tsunami; es un virus que en su punto de origen la ciudad de Wuhan, determinó el cierre de las fábricas del principal centro industrial chino, que inmediatamente propiciaron el desabastecimiento de muchos insumos de las empresas capitalistas de Europa y Estados Unidos, esa paralización industrial ha generado una recesión en las economías, pero lo más novedoso de estos hechos es que dicha paralización industrial, es el producto de la presentación y rápida propagación de un virus letal, para el cual no existe por ahora una cura efectiva.
La provocación de esta recesión y paralización económica en el mundo occidental, es el resultado de que los trabajadores se hayan tenido que recluir en sus hogares, para evitar la efectividad de la mortandad que ocasiona el virus que no distingue entre ricos y pobres ni grupos etarios, ni grupos ideológicos o religiosos. Son casi cuatro meses de paralización a la fecha y todo indica que el primer semestre del año ya se encuentra perdido.
En esta coyuntura, no se ve un liderazgo mundial que haya tomado la iniciativa. El presidente Donald Trump, ha asumido las cosas a la ligera, como también lo han efectuado en España e Italia; en este caso la Unión Europea no ha actuado como bloque, al extremo que Italia está reconsiderando su continuidad en el bloque, o que los franceses señalen, que no se ha visto la solidaridad del bloque, lo que ha provocado que la Jefa de la Comisión Europea, pida disculpas a Italia por su falta de solidaridad frente al coronavirus y sus consecuencias económicas.
Para concluir, el panorama mundial inmediato se muestra incierto, la posibilidad de una crisis del sistema capitalista será inevitable, las fuer- zas económicas y políticas se repondrán, pero el mundo probablemente será otro en sus relaciones interestatales, en los bloques que han configurado y en cuanto a las personas, muchas cosas serán diferentes en la conducta humana.
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