La recordación de los 200 años de vida independiente de España, encuentra al país, en una situación de precariedad que afecta a 33 millones de peruanos, que lo podemos resumir en dos aspectos: por un lado, el material, que compromete nuestro espacio geográfico nacional y por otro, la seria crisis ética, moral e institucional que se ha agigantado en las últimas décadas, atravesando a la sociedad peruana, horizontal y verticalmente en todas sus organizaciones.
- El espacio geográfico no aprovechado
En estos 200 años el Perú ha podido ser una potencia regional y mundial por todos los recursos que posee en su escenario geográfico, que desde una perspectiva geopolítica adquiere valor al contar con un acceso directo al mar y sus riquezas, la costa, la sierra, la selva y los ríos navegables, al punto que Naciones Unidas ha declarado al Perú un país megadiverso, por la posibilidad de garantizar la alimentación de la población futura del planeta. De modo que, de nada nos ha servido haber heredado de las culturas pre incas e inca, la domesticación de plantas que hoy sirven para la alimentación de la humanidad como son las tres mil variedades de papas, los frejoles, la quinua, el olluco, la oca, la mashua, el yacón, entre miles de variedades alimentarias, o la domesticación de auquénidos que muy bien pudieron dar pie a una industria textil de exportación singular. Somos un país que desarrolla actividades agrícolas los doce meses del año; un país polimetálico y con recursos que se necesitan en la ya presente, cuarta revolución industrial.
Países que hace cuarenta años eran pobres, con tamaños geográficos pequeños que caben dentro del territorio peruano, sin los recursos que abundan en demasía en el Perú, hoy son desarrollados con tecnologías de avanzada y con ingresos per cápita que están por encima de los 35 mil dólares, estamos hablando de Corea del Sur, Taiwan y Singapur, principalmente.
No ha habido pues, en estos 200 años una política de Estado, ni gobierno que se preocupara por desarrollar una infraestructura de comunicaciones que permita interactuar a todas las regiones, tampoco una política de industrialización al interior del país que generara desarrollo interno y fijara a la población en sus lugares de origen; lo que habría evitado tener al 80% de la población en actividades informales recorriendo el país diariamente.
Resulta una ironía que las noticias de la semana indiquen que después de más de 100 años a partir del año 2022 se reiniciará la construcción de una carretera alterna hacia la región central del país. Así de lentas son las decisiones de nuestras autoridades; esa infraestructura como otras muchas que se necesitan en el litoral, le permitirán al Perú ver favorecida su competitividad nacional y global.
- Crisis ética, moral e institucional
La crisis ética, moral e institucional, es la que más se ha fortalecido en los últimos treinta años. Si bien la ética está vinculada a los fundamentos de los valores morales, la moral se asocia a las costumbres, normas y convenios reconocidos como buenos en una sociedad. Quiere decir que la moral y la ética se constituyen en el fundamento de las relaciones entre las personas.
En la interacción humana de todos los días, se realizan intercambios económicos, sociales, jurídicos, políticos y de todo aquello que está permitido y protegido por la Constitución y las leyes que regulan ese tipo de relación. No hay, por tanto, una separación de la economía, la política, el derecho y la vida social de los valores morales y éticos que se deben de respetar y estar presentes en toda transacción. No existe tal divorcio.
En el Perú de los últimos cuarenta años, los políticos y los empresarios, así como algunos grupos de civiles, policías y militares, han echado por tierra esta concepción básica de la convivencia social. Se han inventado frases como: “recibir dinero no es delito”, “la plata llega sola”, o declarar y calificar de desleal a quien denuncia actos de corrupción al interior de las instituciones del Estado; se nombran a cargos importantes en la administración pública en función a intereses de grupo o intereses económicos o subalternos, los congresistas reciben dinero que no les corresponde aduciendo “que está consentido por la ley” como si todas esas normas no fueran a todas luces inmorales y expresión de corruptelas que ellos mismos organizan y le dan visos de legalidad. La figura jurídica que ampara las leyes corruptas que criticamos hoy y siguen vigentes está contemplado en el artículo 2, inciso 24a de la Constitución vigente que a la letra dice: “Nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda, ni impedido de hacer lo que ella no prohíbe”. De manera que la lógica de algunos congresistas y políticos que indican que recibir dinero no es delito, se funda en la segunda parte de la norma aludida que indica que: “…nadie está impedido en hacer lo que la ley no prohíbe. Normas como esta que representan una abierta violación de la ética y la moral, es la que no quieren los congresistas cambiar. Por eso es que, la mayor ruptura o divorcio entre la ética y la moral se produce en las transacciones que suelen realizar algunos presidentes, ministros, gobernadores regionales, alcaldes provinciales y distritales; una lectura de los informes de la Contraloría General de la República del año 2020 y la Defensoría del Pueblo indican que los gobiernos regionales así como todo el sector público se ha convertido en el gran botín al que quieren llegar por designación constitucional o elección popular; la finalidad es la misma, robar y apropiarse de bienes públicos o despojar por la autoridad circunstancial que poseen de bienes del Estado o de bienes privados de los más pobres del país. En su último número la “Revista Hildebrant en sus trece” hay una relación que reproducimos para no perder el tiempo en otras búsquedas porque todo salta a la vista. Para cerrar esta nota solo hay que recordar la frase que el corrupto mayor de las construcciones de Brasil, Marcelo Odebrecht señaló al referirse a los casos peruanos: “Las veces que entregamos dinero legal o ilegalmente, siempre fue a condición de…” entregarle las obras faraónicas que las autoridades nacionales, regionales y municipales deseaban construir, las mismas que eran diseñadas por la constructora Odebrecht.
El país pues, está mortalmente herido, la democracia solo es una palabra, los hombres y partidos que la mencionaban la han convertido en una farsa y como tal, ello ha representado una desilusión para millones de peruanos defraudados, considerando que era necesario un cambio significativo, pero no se percataron que la izquierda aprovechó de ese vacío y desilusión para con una minoría de votos eligiera a un personaje que claro está, no es una opción a sus necesidades sino la instalación de un grupo cavernario que porta ideas izquierdistas del siglo XIX que han fracasado donde se instalaron y lo único que garantizaron para ellos y su entorno fue fortuna y perpetuidad en el poder. El Perú, está frente a un abismo que todavía puede evitar suicidarse colectivamente.