La geopolítica es la disciplina que está asociada al Estado, también lo está con la empresa internacional que busca ampliar cada vez más sus mercados; en este caso, veremos sus implicaciones en el ámbito electoral. Los partidos políticos por definición y por disposición Constitucional, son los responsables de la conducción política del país; de manera que la población debe encontrar en ellos a los portavoces e interlocutores de sus intereses y necesidades colectivas a ser atendidas.
Cuando uno observa el escenario político peruano, se encuentra con una institucionalidad partidaria totalmente reducida a su mínima expresión, debilitada y reemplazada en el territorio en disputa, por todo tipo de agrupaciones circunstanciales y básicamente electoreras, mejor dicho, las bases populares de antaño, leales a los partidos políticos, no existen.
Las nuevas organizaciones regionales representan a personas, no a instituciones. Representan lo más oscuro y chato de la política como lo han demostrado 11 presidentes regionales, unos presos y otros en fuga. Para estos dirigentes regionales, desligados de los partidos políticos, el Estado es el botín, el señuelo, la necesidad popular que requiere ser atendida y el objetivo es capturar el poder a través de la legitimación que les da el voto popular.
En estos casos, la ideología y la propuesta sustentada en un modelo político establecido no existe. Los partidos políticos, llamados tradicionales como el Apra, el Partido Popular Cristiano y Acción Popular, que cuentan con soporte ideológico, como parte de su argumento de cohesión con sus bases, han tenido que soslayar o prescindir de esos principios, y acomodarse o competir con todas esas nuevas agrupaciones que hoy pululan en el país.
Todo esto viene a cuento porque la realidad política del Perú demuestra una total fragmentación. En este sentido, el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) tiene reconocidos para participar en las elecciones de abril a 25 organizaciones políticas nacionales.
De las 25, 19 han presentado candidatos para disputar el 10 de abril la presidencia de la República. Esta cifra frente al elector forma parte de la fragmentación. Pero el tema no se limita a la existencia de 19 candidatos que todos los días disputan en calles y plazas los votos de los ciudadanos aún no definidos.
También debe llamar la atención, lo que está sucediendo al interior del país. En cada región como ahora son denominados los antiguos departamentos, nos encontramos con 127 agrupaciones regionales cuyos líderes negocian con los partidos para asumir la representatividad que los partidos necesitan para postular al Congreso.
Resulta curioso apreciar los símbolos que utilizan estas agrupaciones regionales para identificarse y diferenciarse entre sus pares. Encontramos símbolos como la papa, el maíz, flores, gallos, auquénidos, árboles, cascos, palomas, pollos; es decir, un sinfín de símbolos inimaginables de todo tipo.
En toda esta simbología no hay nada que se asocie a una fuente ideológica, a un principio económico, filosófico o político, como se supone debe ser en un país que aspira a desenvolverse en las grandes ligas.
Realmente, el Perú se encuentra en una situación geopolítica interna electorera de profunda fragilidad; los partidos han tenido que negociar con todas estas agrupaciones regionales para que propongan a sus candidatos al Congreso de la República. Esos candidatos, a su vez, son parte del poder regional que actúa con total independencia de las agrupaciones que representan solo a personas.
Si a esto añadimos los grupos de facto llamados Frentes de Defensa, la fragmentación es mayor, porque los líderes en unos casos y los cabecillas de bandas delincuenciales que participan de estos frentes entre otros, la distorsión de la política es mayor.
Consideramos que el nuevo gobierno y el Congreso de modo particular, deben hacer todo lo necesario para acabar con esta situación de fragilidad y cuasi fragmentación política nacional.
Cambiar la actual ley de partidos es urgente para que solo existan a lo más, cinco entidades políticas a las que la nación tendrá que acostumbrase a diferenciar y elegir y no tener tantos grupos dispersos que no cuentan con un proyecto nacional en ciernes sino únicamente el objetivo de enriquecerse con los presupuestos del Estado.