Para la izquierda marxista Latinoamericana, el burdo golpe de Estado que, por televisión nacional e internacional, ejecutó Pedro Castillo, anunciando la disolución del congreso y otros organismos públicos que le resultaban un obstáculo a sus fines de ladronzuelo y corrupto gobernante izquierdista, simplemente no lo es, porque dicen que no se consumó.
En esa lógica de tolerancia absurda con el fracasado colega ideológico Pedro Castillo, se encuentran los presidentes de México, Colombia, Argentina y Bolivia, a los que se suman los dictadores de Venezuela y Nicaragua. Si entre ladrones y corruptos gobernantes se protegen, no deberíamos preocuparnos, incluso que el presidente Manuel López Obrador, haya brindado asilo político a la familia presidencial, y bien ganada está la expulsión del embajador de México por ser la viva expresión de la injerencia en los asuntos internos del Perú.
Lo que estos gobernantes no perdonan es haber perdido en el espacio geopolítico de América Latina, la sede de un país que según la proyección geopolítica del boliviano Evo Morales, se trataba de convertir al Perú en el eje de la conformación de una américa plurinacional. Ese es el cuento, del cual formó parte Pedro Castillo. Ahora resulta que los peruanos estamos pasando de víctimas a victimarios de un sujeto que no estuvo a la altura de lo que significa ser presidente de un país.
Este comentario, no alude a los muchos amigos mexicanos ni a los estudiantes de posgrado que tuve la suerte de conducir.