Mientras el Latinobarómetro (2018) teoriza sobre la percepción de la población Latinoamericana en torno a la democracia y la Compañía Peruana de Estudios de Mercado y Opinión Pública realiza un balance de los siete primeros meses del gobierno del presidente Martín Vizcarra y su empoderamiento; la democracia en el país nos sigue demostrando que los líderes existentes, son ídolos de barro y que las organizaciones que les sirvieron de soporte, están seria y estructuralmente dañadas, al punto que el futuro del país se muestra totalmente incierto. Vivimos una situación de anomia generalizada en la política y en las calles.
¿Qué ha producido la hecatombe que el país está conociendo en sus entrañas?
Una sola palabra es la causante de todo ello y se denomina CORRUPCIÓN. Si bien la inseguridad ciudadana era hasta hace poco tiempo el problema principal que aqueja a los peruanos; hoy lo representan los actos delictivos de los cuales no solo se sospecha sino que cada día surgen más pruebas que demostrarían que los presidentes que gobernaron las últimas cuatro décadas están envueltos en actos delictivos y por los cuales están siendo investigados y en algunos casos han sido objeto de prisiones preventivas.
Los dirigentes políticos son los únicos responsables de esta situación, porque vieron en la política, no un arte ni una estrategia para gobernar y crear las condiciones políticas, económicas y sociales que permitan al ciudadano con su propio esfuerzo alcanzar el Bien Común. Estos líderes vieron en la política la oportunidad para el enriquecimiento ilícito, no importaba a quien le vendían el alma, lo cierto es que concibieron leyes y nombraron jueces y fiscales que les garantizaba la impunidad, ya que todos ellos siempre argüían que recibir dinero para sus campañas no constituía un delito.
El pueblo se pregunta ¿a quién le dan millones de soles o dólares para poder llegar a tener algún tipo de representación pública? Solo se lo entregan a quienes con el poder en la mano, con el control de los mecanismos legales, con el control del congreso, las fiscalías, los jueces, los ministerios o los gobiernos regionales y municipales, podían asignarles las obras faraónicas, darles las leyes que les permitiera recuperar en el tiempo más breve la inversión hecha con cada candidato, con cada partido, con cada asociación.
Así han actuado, Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Ollanta Humala, Alan García y cientos de dirigentes intermedios que inventaron la figura de la reelección para continuar usufructuando del poder. ¿Acaso les interesaba el país? ¿Acaso querían de veras construir las carreteras, los edificios públicos, los hospitales, los colegios en función a un plan y objetivos de desarrollo para dar bienestar al pueblo que les confió su voto? ¿Qué hizo Fuerza Popular con los 73 votos en el congreso? Hoy su lideresa cumple prisión preventiva porque todo indica que recibió dinero que no saben cómo justificar y comprometieron a ingenuos para encubrir lo que ahora se sabe que no era dinero lícito.
Nada de ello fue su forma de pensar, solo tuvieron como objetivo directo capturar el presupuesto público y los órganos del Estado que les facilitara enriquecerse; por ello, con las garras afiladas y los fauces voraces y sedientas consumían para beneficio propio los dineros que vía los impuestos o los préstamos internacionales ellos mismos gestionaban y promovían para ver la manera de sacar la mejor tajada.
A ninguno de estos líderes de barro les interesó la política transparente y decente, no les gustaba la rendición de cuentas, hablar de cuentas era como a Drácula mostrarle la cruz, se aterrorizaban, entraban en pánico y buscaban las formas y los mecanismos que les permitiera manejarse en la impunidad. La impunidad es la mejor aliada de todos estos corruptos.
Hoy están confrontados con la justicia, hablan de abusos y excesos de lo que parece ser una nueva generación de jueces y fiscales quienes como la ciudadanía están asqueados de tanta corrupción en las instituciones ejercida por los malos dirigentes y funcionarios que por décadas se enquistaron en los poderes del Estado. Estos nuevos jueces y fiscales están dando ejemplo de decencia frente a la belicosidad de los políticos detractores que le tienen pánico a la confrontación con la verdad. ¿Por qué no pensaron en esas consecuencias, por qué bloquearon a otros dirigentes más jóvenes que pudieran ser el reemplazo natural de ellos cuando ya estuvieran agotados? ¿Por qué no pensaron en sus mujeres y sus hijos y la vergüenza que cargan en hombros?
Lamentablemente, hoy los partidos políticos con ideologías que sirven de guía a su propio quehacer ya no existen, se dejaron ganar por el oportunismo de estar en el poder, se obsesionaron y consideraron que el poder era eterno y como lo controlaban todo, la impunidad era la situación natural que pronto les protegería.
La debilidad institucional es de tal naturaleza, que incluso el presidente Martín Vizcarra era un personaje camino a la destitución. ¿Qué lo salvó? El descubrimiento de audios en el sistema judicial que revelaban que la justicia y los nombramientos de jueces y fiscales tenían precio, que las libertades de los delincuentes o las reducciones de sus condenas tenían un precio que se negociaba entre estas autoridades corruptas.
Esa fue la oportunidad que aprovechó el presidente Vizcarra de camino al cadalso ya casi inexorable de la destitución, y así pasó de un ser gobernante débil y sin bancada leal y significativa en el congreso, a atacante respaldado por la opinión pública por la condena abierta y directa contra aquellos actos corruptos de los integrantes del poder judicial y por su confrontación con la mayoría parlamentaria fujimorista y aprista que lo querían destituir. Vizcarra se empoderó y está en la culminación de cerrar y acabar con la reelección parlamentaria, de acabar con la bicameralidad trucha que le querían imponer los avezados y supuestos imprescindibles de la política.
No hay pues en el Perú indicadores de estar frente a un gobierno autoritario o de algo que se parezca al chavismo, lo que hay es una actitud nueva que exige la sociedad cansada de la impunidad de las últimas cuatro décadas. Nadie está siendo perseguido por razón de sus ideas, los están investigando porque no tienen formas de explicar los signos exteriores de riqueza que poseen, de los múltiples viajes que realizan, de las propiedades que poseen en el extranjero, en fin, de toda aquella debilidad que tienen y delata a todo corrupto, el exhibicionismo en todas sus modalidades.
Que la prisión preventiva es un exceso y lo condena la justicia internacional, qué pena; porque en esa consecuencia debieron pensar antes de coger dineros que son de todos los peruanos transparentes y decentes que pagamos puntualmente los impuestos, porque a nosotros no nos da plazos convenidos la SUNAT.