NADA HA CAMBIADO EN DOSCIENTOS AÑOS

Las dieciocho candidaturas que disputan ingresar a la segunda vuelta del proceso electoral del 11 de abril, año del Bicentenario, revelan el desconcierto en el que vive el país en medio de la pandemia y la ausencia de propuestas claras para enfrentarla.

Y comenzaremos por comentar que de acuerdo al reporte del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) publicados en La República (13/3/21), el 31% del electorado manifiesta no elegiría a nadie, ojo: estamos hablando de una cantidad importante de la población votante.

Sin embargo, la cifra al interior de ese 31% muestra que, el 16,6% “no votaría por nadie”, lo que revela que las opciones que se le presentan no expresan ni han recogido la necesidad de este importante colectivo a nivel nacional; también se conoce que el 2,2% de la gente “votaría en blanco o viciaría su voto” o simplemente “no iría a votar” (0,4%).

Todo ello indica claramente un fuerte rechazo a los candidatos y sus propuestas. Los indecisos constituyen el 11,4%, que de alguna manera pueden ser personas que tienen la posibilidad de ser ganadas por los argumentos incendiarios o populistas que realicen los aspirantes a gobernantes en la última semana previa a las elecciones.

  • Más cantidad y menos calidad

Al parecer nadie quiere entender que, si actualmente el 75% de la actividad económica nacional es informal, conformada por personas de capital reducido, de aquellos que producen aquí y venden allá, de aquellos que elaboran productos intermedios o de bajo costo al que pueden acceder miles de personas, y viajan diariamente por todo el país, estas son personas a las que Hernando de Soto estudió bien, pero que hoy no los sabe comunicar, ni plantear las soluciones que estos millones de peruanos están queriendo escuchar de los candidatos.

La gente no es tonta, que los candidatos asuman esa percepción es un grave error, hoy el votante está percibiendo que Yonhy Lescano, no tiene mucha diferencia ni en el lenguaje ni en los argumentos de Verónica Mendoza, porque ambos quieren estatizar todo lo que sea estatizable, quieren arrinconar al sector privado y sin darse cuenta, empiezan a producir en el inversor privado nacional e internacional, temor y desconfianza.

Lescano como la Mendoza, gritan a voz en cuello que quieren aplicar la fórmula de Evo Morales frente al capital, y por supuesto cambiar la Constitución.

Por último, Lescano ha señalado que solo existirá la educación estatal, es decir, se ha barrido a cientos de colegios y universidades privadas como la de César Acuña que posee varias con diferentes nombres. De modo que está advertido.

Rafael López Aliaga, que se encuentra en segundo lugar de las encuestas, viene teniendo aceptación, pero las revelaciones que se están haciendo de sus dos vice presidentas y de algunos candidatos al congreso, le pasará la factura de no haber sido cuidadoso en escoger a sus acompañantes.

“Porky”, como le gusta que lo llamen, es una opción en ascenso y tiene posiciones firmes sobre el capital y la corrupción.

Si pasa a la segunda vuelta tendrá que hacer alianzas y es ahí donde reside la clave de la posibilidad de la elección.

Su reciente aclaración de que no tiene una alianza con el grupo de los Etnocaceristas de Antauro Humala, ha resultado muy tibia; si bien él manifestó que tiene una profunda preocupación por los más de 150 mil reservistas que combatieron a la subversión, y el Estado los ha abandonado, Porky señaló que los apoyará para que se empleen como mano de obra para reforestar el país, ya que muchos de ellos provienen de los andes y la selva del país.

  • Cambiar la Constitución

El cambio de la Constitución vigente, que es la que ha permitido se incremente la exportación no tradicional y por supuesto, la acumulación de capital que, el gobierno frente a la pandemia ha echado mano para repartir a tontas y a locas bajo una serie de modalidades, está amenazada.

Esa Constitución y muchos de los acuerdos comerciales que tiene el Perú firmado con otros países están basados en el capítulo económico que quieren eliminar unos, y cambiar otros, en su totalidad.

Al respecto es risible que el candidato Acuña diga que el cambiaría la Constitución y ante las preguntas de los periodistas qué es lo que cambiaría, él respondió, si soy elegido presidente, nombraré a un grupo de especialistas para que digan qué es lo que hay que cambiar.

Ese lenguaje y esa respuesta no es propia de un líder que pretende ser un estadista y conductor del país. Es decir, habla de cambiar, pero no sabe qué y por qué. Increíble.

El tema de la Constitución, es muy delicado, y lo vamos a aclarar con un ejemplo: los éxitos que viene teniendo en sus doce años la Alianza del Pacífico, se deben al igual que México, Colombia y Chile a que están inmersos en acuerdos de respeto al libre mercado y la inversión.

Nadie de los que propugnan y alimentan el cambio de la Constitución se ha preguntado ¿qué va a pasar si se elimina el capítulo económico que es la base de la alianza?

Algo similar al Perú, está próximo a suceder en Chile, que también en abril definirán si se cambia o no la Constitución liberal, que dejó el general Augusto Pinochet, que ningún gobierno pro socialista de Chile desde la Concertación, ha propuesto cambiar tal instrumento fundamental.

El Perú pues, está próximo a elegir a sus gobernantes que pueden ser sus benefactores o sus verdugos y sus niveladores en la pobreza, imponiendo un modelo de desarrollo que rechaza la inversión y la inclusión del país con más fuerza al mundo globalizado.

Al parecer, 200 años no han servido de nada. Si triunfan los que quieren destrozar todo, ocurrirá que hemos demorado 200 años para girar en nuestro mismo eje y no haber solucionado los problemas estructurales que sí lo han logrado otros países y en menor tiempo.

No cabe duda que cada cinco años los peruanos jugamos a la ruleta rusa, pero está vez pareciera que la última bala si destrozará la sien de los sufridos peruanos, si nos volvemos a equivocar.

No olvidemos que no se trata de elegir a quien promete más, sino a quien, por su ejecutoria de vida, represente una alternativa seria, responsable no demagógica que señale el camino que nos saque, vía el trabajo y la inversión de la pobreza y el atraso en que nos encuentran estos primeros 200 años de vida republicana.

 

 

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